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Torrebaja. El fértil cruce de caminos y torrentes, de culturas y simientes.

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Su estratégico emplazamiento, como nudo de comunicaciones, en la confluencia, primero de los caminos reales y luego de las carreteras nacionales entre Valencia, Castilla y Aragón, contribuyó a acentuar el desarrollo económico durante los siglos XIX y XX, centrado en la comercialización de diversas frutas. Pero también esta ubicación ha sido comprometida en algunos episodios de la historia, como en la última Guerra Civil, en la que se convirtió en el pueblo del Rincón más afectado por la contienda. Aquí, cerca del frente, se ubicó el “Hospital de Sangre”, el “Estado Mayor de XIX Cuerpo de Ejército republicano” y el “Alto Comisariado”, razón por la que la población fue bombardeada en varias ocasiones, acabando con la vida de muchas personas y con parte del patrimonio monumental, como la iglesia de “Santa Marina”.

Pese a esos trágicos avatares, la población todavía conserva gran parte de ese patrimonio histórico-artístico, destacando, por su singularidad, la “Torre de los Picos”, emblema de la villa, con su mansión señorial aneja, que también es conocida popularmente como la «Casa Grande» del mayorazgo. Así mismo podemos contemplar, en un paseo con mucho sabor, buenos ejemplos de arquitectura popular tradicional de esta comarca. De esta forma, en la “replaceta del Rey Don Jaime” se alza la nueva iglesia de esbelto campanario y un mirador, desde el que se puede contemplar toda la vega del río Turia. Podemos continuar el recorrido por «los Callejones» o por el barrio de los “Pajares” donde encontramos la ermita “de San Roque”, del siglo XVII, entre casilicios y plafones de cerámica de iconografía religiosa que decoran algunas viviendas, de la misma que lo hace alguna bomba extraviada de la última contienda. Este itinerario monumental se podría completar con la visita a la aldea de Torrealta, municipio independiente hasta el XIX. Allí podemos reseñar la iglesia gótica de “Santa Ana” y la antigua “Torre Somera” o “Torreón de los Garcés de Marcilla”, una de los escasos ejemplos de torres rematadas por un cadalso de madera en España y que está declarada Bien de Interés Cultural.

En este sentido, en los alrededores de Torrebaja se pueden recorrer itinerarios muy atractivos como el que discurre por las huertas del río Ebrón, afluente del Turia, hasta llegar al molino y la ermita “de San José” por el camino viejo de Ademuz a Teruel, justo por el que ahora discurre el camino de peregrinación de la “Vera Cruz”. Esta parece que se erigió sobre una antigua mezquita, cerca del primitivo asentamiento del pueblo, antigua “Torrefondonera” o “Lugar del Villar de Orchet”. Este es un recorrido además de gran interés botánico, con chopos y tilos monumentales y una amplia muestra de la flora autóctona. En esa zona también se encuentra el viejo molino del Mayorazgo, conocido como el “Molino de Abajo”, frente al puente del Guerrero, ya junto al Turia. Otros senderos muy interesantes a recorrer nos llevarían a las “Trincheras»  o al “Montecillo», junto al “Punto de Interpretación de la Geología del Rincón de Ademuz”, por ejemplo. Igualmente, en este entorno privilegiado y poco accidentado, encontraremos siete esculturas, que forman parte del Parque escultórico comarcal al aire libre “Arte y Naturaleza».

Pero además Torrebaja es una población ideal como punto de salida a excursiones por la Sierra de Javalambre y las montañas que rodean su término; también para interesantísimas marchas a las otras poblaciones vecinas, llenas de atractivos. Una vital confluencia, un lugar de encuentro, donde se une el Ebrón al Turia para formar una huerta exuberante. Pero también un punto de obligada referencia, pues, para todos aquellos que gusta saborear las viejas costumbres, las viejas piedras y también la vieja y buena gastronomía de interior, como las “Gachas” de panizo o mixtas, el “Empedrado”, el “Puchero de pueblo”, las “Migas de pan”, los asados de cordero y embutidos de cerdo y una gran variedad de pastas y dulces como el “Pan dormido”. Otro pan, el de San Antonio, se entrega en la fiesta del taumaturgo, que, como la patrona Santa Marina “la cerecera” o “la melonera”, o San Isidro, tiene relación con la cosecha. Porque todo aquí invita a saborear la vida, que solo es posible en la tierra pródiga, en un cruce de caminos, donde todo fluye y confluye armoniosamente.